Diseño para el error o por que los aviones tienen ceniceros en los lavabos

Las décadas son un invento reciente. No ya el concepto de diez años seguidos, claro, sino el de unidad cultural. Antiguamente, la medida de estos cambios vendría dada, por ejemplo, por la vida del rey. El reinado de Isabel la Católica, que no vendría exento de modas que abochornarían a dinastías previas.

Durante el Renacimimento, algunas mujeres usaban el jugo de las bayas de la Atropa belladonna para dilatar sus pupilas, efecto conocido como midriasis, por motivos puramente estéticos. Un reinado o un papado más tarde seguramente se recordarían ridículas con esos ojos.

¿Cómo podía llevar semejante peinado en los 80? Bueno, a parte de que por entonces tenía pelo, porque es común que la mayoría de nosotros tengamos una opinión decente de como somos ahora. “Pero dentro de cuarenta años”, escribía Dale Carnegie en 1948, “puede que miremos atrás y nos riamos de la persona que somos hoy”. ¿Dentro de cuarenta años? Los hipsters no van a durar ni cinco. Con la celeridad de estos tiempos, pronto los lustros serán las unidades culturales mínimas.

Son necesarios muchos cambios para que una unidad de tiempo se considere significativa. Vivimos en una sociedad que ha conseguido añadir cuarenta años a la vida media de la especie humana en solo dos siglos. Desde el neolítico, tan solo se consiguió un aumento de veinte años en diez mil que pasaron. La consecuencia de ello es que los sucesos culturales de gran magnitud cada vez se dan en periodos más cortos. La sensación de ser parte del pasado se nos echa encima. Eramos trogloditas hace medio siglo.

¡Hace treinta años la gente iba fumando en los aviones!

De hecho, podría haber empezado por ahí, que es de lo que realmente trata esta entrada, pero me esfuerzo por poner en contexto el asunto y andarme un poco por las ramas. En Engineering Infrastructures For Humans explican por que los aviones tienen ceniceros en los lavabos.

El que menos haya viajado en avión sabe que no se puede fumar dentro de ellos. Queda permanentemente avisado en los luminosos interiores, en los múltiples adhesivos de las puertas y en los manuales de instrucciones. Incluso, y aquí viene lo curioso, hay un aviso de no fumar adherido al cenicero del lavabo.


Quieto, “parao”.

Si no se puede fumar en los aviones, parece completamente ilógico que haya ceniceros, con lo que esto tiene pinta más de un parche que de una solución. Debe ser que el coste de eliminar todos los ceniceros de las puertas de los lavabos se dispara en comparación con el coste de poner una pegatina de prohibición justo donde puedes apagar el cigarro. Si American Airlines ahorró cuarenta mil dólares eliminando una aceituna de cada ensalada, aquí también economizaremos.

Pues no.

Resulta que según el código de regulación, tener ceniceros en los lavabos de los aviones no es algo opcional. Un avión no puede abandonar el terminal si no dispone de ellos.

Es una decisión basada en una de las principales heurísticas de diseño centrado en el usuario. Los usuarios cometerán errores y probarán acciones no permitidas, y puede que no tenga nada que ver con maldad o estupidez. No asumas que tus usuarios nunca romperán las reglas y toma una medida de reducción de riesgos. Está prohibido fumar, pero si fumas, al menos, apaga el cigarro bien y no vaya a pasar como en 1973, cuando un accidente de avión atribuido a un cigarrillo mal apagado acabó con la vida de 123 personas.

Todo diseño centrado en el usuario es un diseño que tiene en cuenta el error humano. Por eso los cajeros devuelven la tarjeta antes de entregar el dinero o la pantalla del iPad se apaga a los cinco segundos si no se desbloquea.

Todo el mundo puede fallar. Menos Torres, este que no falle el sábado.

Banksy sobre la publicidad

Se cachondean de ti cada día. Se meten en tu vida, te agreden gratuitamente y desaparecen. Te acechan desde altos edificios y te hacen sentir pequeño. Lanzan frívolos comentarios desde autobuses insinuando que no eres lo bastante sexy y que la diversión está en otro sitio. Están en la televisión haciendo que tu chica se sienta incómoda. Tienen acceso a la tecnología más avanzada que el mundo ha conocido y te acosan con ella. Son “los anunciantes”. Y se ríen de ti.

Tú, sin embargo, tienes prohibido tocarlos. Las marcas registradas, los derechos de propiedad intelectual y los derechos de autor permiten a los anunciantes decir lo que quieran, donde quieran, con total impunidad.

A la mierda con eso. Todo anuncio en un espacio público, sin darte la posibilidad de elegir si quieres verlo o no, pasa a ser tuyo. Es tuyo para que lo cojas, lo modifiques y lo reutilices. Puedes hacer lo que quieras con él. Pedir permiso sería como preguntarle a alguien si puedes quedarte con la piedra que acaba de tirarte a la cabeza.

No debes nada a las empresas. Ni eso. Sobre todo no les debes ningún respeto. Ellos te lo deben a ti. Han reorganizado el mundo para ponerse delante tuyo. Nunca te pidieron permiso, no se te ocurra pedir tú el suyo.

Retweet de Hënrich Elleviräan (1980- , programador finlandés afincado en Holanda).

Lo simple, si breve, dos veces bueno

De entre todas las cosas de este mundo que piden a gritos simplicidad, el nombre de los productos ofrece un abanico de ejemplos evidentes de lo que es correcto e incorrecto. PlayStation, Post-It, iPhone, por una parte. Por la otra, Sony DVP SR200P/B o Casio G’zOne Commando.

Se requiere simplicidad para captar en una sola palabra, tal vez dos, la esencia de un producto o empresa —o en algunos casos crear una personalidad con ello. Mientras que la simplicidad goza con un desafío como este, también, por desgracia, lo hace la complejidad.

En esto pensaba Ken Segall, entonces director creativo de publicidad de Apple, cuando Steve Jobs presentó el nuevo iMac en 1998 con la intención de llamarlo MacMan.


Ya tenemos un nombre que nos gusta mucho, pero quiero ver si sois capaces de batirlo. El nombre es “MacMan”.

En Steve Jobs Almost Named The iMac The MacMan, Until This Guy Stopped Him, el mismo Segall explica como consiguieron hacer cambiar de opinión a Steve. Como, tras rechazar la primera tanda de propuestas —que ya incluía el nombre iMac, le ofrecieron nuevas ideas, pero volvieron a insistir incluyendo de nuevo este último.

Finalmente, se impondría de nuevo la simplicidad, incluso la brevedad, en este caso de un nombre, que se convertiría en una de las partes más importantes de la marca Apple. Haciendo alusión a un ideal de precisión, al que se le suma la moderación en el popular dicho de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

Pero, ¿es mejor un nombre de producto porque es breve? Los alemanes contradicen este aforismo con su frase Einmal, keinmal (una vez, ninguna vez). Es cultural para los teutones que para que algo nos guste, se nos tenga que dar mucho. ¿Nos parece bueno un nombre porque nos hemos acostumbrado a él?

Evidentemente, ni la brevedad, ni la frecuencia son condiciones suficientes de lo bueno, pero si admitimos con acierto que lo sencillo lo es. ¿Por qué asumimos que lo sencillo es bueno? Volvamos a Apple, donde nos responderá el mismo vicepresidente de diseño industrial, Jonathan Ive:

Porque necesitamos sentir que podemos dominar los productos físicos. Si consigues imponer el orden dentro de la complejidad, encuentras la forma de que el producto se rinda ante ti. La sencillez es simplemente un estilo visual. No es sólo el minimalismo o la ausencia del desorden. Requiere sumergirse en las profundidades de la complejidad. Para ser realmente simple, hace falta llegar hasta lo más hondo. Por ejemplo, para hacer algo sin tornillos puedes acabar con un producto muy complicado. La mejor forma es profundizar más en la simplicidad, comprender todos los aspectos del producto y de su fabricación. Tienes que entender en profundidad la esencial de un producto para poder deshacerte de todos los elementos que nos son esenciales.

Affordances percibidas

Me acuerdo que antes no podía entrar en un ascensor sin criticar los botones. Estaba obsesionado por dar con affordances mal percibidas y me quejaba amargamente cuando empujaba una puerta de la que había que tirar. La manera de aliviar tal desazón fue este blog, del que hace ya cinco años.

Hace bien poco, en un podcast sobre affordances e interfaces adaptativas, descubrí gratamente, de parte de Justin Davis (web oficial | twitter), este gráfico clasificando las affordances:

Cada cuadrante está ocupado por un tipo de affordance. Cuando no se percibe ninguna acción posible en el objeto, debido precisamente a que no hay ninguna acción presente, se dice que estamos ante un correct rejection (rechazo correcto), como ocurre en el caso de un muro, que no parece que se pueda abrir por parte alguna y, efectivamente, no se puede, o con todo elemento en el que no se pueda hacer clic y tampoco de la sensación de poderse.

Si existe una acción que se pueda realizar, pero se carece de las pistas que nos indican como realizarla, estamos ante una hidden affordance (affordance oculta). Por ejemplo, ese enlace que nunca pensábamos que fuera en efecto un enlace. En el caso contrario, algo que parece un botón y al final no lo es, estaríamos ante una false affordance (affordance falsa), en la que parece que puedes tomar una acción, pero no puedes.

La manera correcta de hacer las cosas, y a lo que nos referimos al decir simplemente affordance, se corresponde con las affordances percibidas (perceived affordance).

Ya intento perder menos los nervios con los ascensores, pero intento no perder la pasión por mejorar las cosas.

Para bien o para mal, los rasgos de mi personalidad no permiten que algo desbarajuste seriamente mi circuito cerebral de recompensa y motivación. Solamente una substancia, hace unos pocos años, hizo agitar mi nula propensión a la adicción: el chocolate blanco con coco de Lindt.

Aparte de descargar toneladas de dopamina, esta tableta de chocolate tenía la peculiaridad de venderse únicamente en verano. Al llegar septiembre empezaban a retirarlas del mercado, a veces ofertándolas a precios más bajos, cosa que yo aprovechaba para almacenarlas, cual hormiga, para la época de sequía del Excellence Coconut. Me tenía sin cuidado que la fecha de caducidad estuviera cercana en los próximos meses.

Sin embargo, esto es una práctica habitual de las empresas chocolateras. Los Ferrero Rocher y MonCheri, por ejemplo, no se venden en verano, sino a partir de octubre. He leído todo tipo de teorías sobre estos hechos: que si la calidad del producto no se puede garantizar en épocas de calor, con el chocolate derritiéndose, que si en verano el precio de la leche sube, debido a que la hierba se seca y las vacas comen menos, que si los Illuminati… No.

Martin Lindstrom, autor de Brandwashed (Así se manipula al consumidor, en español), explica en su libro como las empresas consiguen lavarnos el cerebro y que compremos sus marcas. Tras cada decisión a la hora de ofrecer un producto, se esconde una ciencia especializada en el arte de la seducción [en]:

Dole y otros cultivadores de plátanos han hecho de la producción de un plátano una miniciencia, en parte para manipular la percepción de frescura. De hecho, han publicado una “guía de plátanos” para fruteros, que muestras las distintas fases de color que puede alcanzar un plátano durante su ciclo de vida. Cada color representa el potencial de venta del plátano en cuestión. Por ejemplo, los registros de ventas indican que los plátanos de color Pantone 13-0858 (también conocido como amarillo vibrante) se venden menos que los plátanos de color Pantone 12-0752 (también llamado botón de oro), que visualmente es un grado más cálido y sugiere una fruta más madura y fresca. Las empresas como Dole han analizado los efectos en las ventas de todas las variedades de color y, por consiguiente, plantan sus cosechas en las condiciones más propicias para obtener el “color” adecuado. ¿Y las manzanas? Aunque resulte difícil de creer, mi investigación reveló que si bien pueden parecer frescas, las manzanas del supermercado tienen en realidad una antigüedad media de catorce meses.







Per Color, exposición de Marco Ugolini, con muchos tonos Pantone, pero que no resultaron en ninguna venta tras tomar las fotografías. Vía Vlamboyant.

Probablemente, como todo en el mercado, la principal causa de retiro del Excellence Coconut responde a razones manipuladoras de marketing. Es el principio de escasez, una de las seis “armas de influencia” que Robert Cialdini apunta en Influence: Science & Practice, un libro que se considera el estándar de facto sobre la psicología de la persuasión. Este principio se vuelve decisivo cuando se hace evidente que el recurso es finito (los clientes ven que es un producto exclusivo) y cuando se adjunta un carácter apremiante a la escasez (se retira del mercado). El “solo quedan dos asientos” o sitios como Ebay, son ejemplos claros de explotación de esta regla.

Ni farmacéuticos, ni enfermas, ni pacientes acostumbran a cuestionar las prescripciones de sus doctores. Cialdini expone un caso en el que un médico ordenó la administración de gotas en el oído derecho para un paciente sufridor de una otitis. En la prescripción, en vez de anotar “Right ear” (oído derecho, en inglés), abrevió escribiendo “place in R ear“. La obediente enfermera que leyó el precepto, procedió a dejar caer la requerida cantidad de gotas en el ano del paciente (rear es trasero en inglés). Evidentemente, un tratamiento rectal para una infección de oído no tiene mucho sentido, pero ni el paciente, ni la enfermera lo cuestionaron.

Este caso explicita el principio de autoridad, que influencia siempre y cuando los clientes crean en el poder y la autenticidad de la autoridad. Michael Pollan, autor de éxito e intelectual en temas de alimentación, publicó Food Rules: An Eater’s Manual, un compendio de reglas para comer de manera saludable. Tales como “no comer cereales para el desayuno que cambien el color de la leche” o, una de sus máximas más importantes: “no comprar alimentos que tengan más de cinco ingredientes“.

A raíz de ello, Häagen-Dazs relanza un mismo producto con diferente nombre, el Chocolate original pasa a llamarse Five. Los dos productos contienen los mismos cinco ingredientes, pero ahora Five es un éxito. Cuantos menos ingredientes, más saludable. Una nueva apreciación del público por la simplicidad, inducida por una autoridad.



Proyecto de Antrepo simplificando los envoltorios de ciertos productos internacionales. En la segunda parte dan un paso más para acabar pecando de simples, con el color del envoltorio y el nombre de la marca en Arial Helvetica.

Pollan, irritado ante esta última estrategia de marketing, acabó añadiendo una nueva regla: “no comer nada anunciado en televisión“.

Rápido repaso de la ortografía española actual

— Mamá, mamá, ¿hay gelatina?
— No hija, solo hay i griega e i latina.

Aunque la denominación más extendida de la letra “y” es “i griega”, se recomienda llamarla “ye” en la nueva ortografía. ¡La ortografía! Otra cosa más en la que hay que estar actualizado.

A raíz de una duda lingüística llegué a las FAQ de la Real Academia Española y me vi disfrutando de la lectura como no habría esperado. Me di cuenta que estaba desactualizado en ciertas reglas y, como muchas de las decisiones o recomendaciones de la Academia se justifican por la simplicidad y el principio de economía del lenguaje, que me parecen razones más que honestas y loables, pues estoy muy a favor.

Así, aunque tiene ya un tiempo esta “nueva” ortografía, no está de más repasarla y plantearse como buen propósito de este año el mejorar nuestra ortografía. La mayor simplificación proviene de la eliminación de muchos acentos y que se convierte en obligatorio:

  • Eliminación del acento diacrítico en “solo” y los pronombres demostrativos “este”, “ese”, “aquel”, etc. Sin excepciones. Se acabó el pensar si “solo” se puede sustituir por “solamente” para ponerle o no acento.
  • Eliminación del acento en la conjunción “o”, que antes llevaba cuando separaba dos cifras.
  • Eliminación también del acento en un puñado de palabras que ahora son consideradas monosílabas, por contener diptongos o triptongos. Afecta a formas verbales y a sustantivos como ion, guion o truhan, que la conocemos todos por la canción de Julio Iglesias.
  • A la hora de escribir extranjerismos o latinismos crudos (no adaptados) deben escribirse en cursiva. Así debería ser affordance, estándar y standard, a grosso modo.
  • Cuando utilicemos prefijos (como anti o ex, por ejemplo), van soldados. Mi exnovia era supermodelo. A no ser que la palabra a la que preceden se escriba con mayúsculas o sea un numero, que van con guion (mini-USB, sub-21). Por último, las palabras se escribirán separadas cuando sean pluriverbales, como anti pena de muerte o pre Segunda Guerra Mundial.
  • Encima mío y detrás tuyo está mal dicho. Sería correcto encima de mí y detrás de ti, pero creo que si insistimos lo suficiente, al final lo aceptarán.
  • Resulta que hay tres verbos en español que presentan dos participios (regular e irregular). Así es correcto decir imprimido e impreso, freído y frito y proveído y provisto cuando se usen como participios. “Rompido” no vale.
  • Se dice “un área muy extensa y un hacha afilada” porque el indefinido “una” toma la forma “un” cuando antecede inmediatamente a sustantivos femeninos que comienzan por a tónica. Para el resto de artículos se utiliza el género apropiado (“toda el agua”, “esta hacha”, “aquella área”).
  • Las MAYÚSCULAS llevan tilde. Parece que había una leyenda urbana que afirmababa no era obligatorio, pero la Real Academia Española nunca ha tenido tal regla. Las siglas, sin embargo, ni llevan acento, ni tienen plural (no se añade ninguna ‘s’ como hace el inglés). Por otro lado, las abreviaturas llevan un punto al final de la palabra recortada, pero los símbolos no (tal como “cm”, “m” y los más evidentes ?m o Ã…, Fe, Ag, etc.)
  • Las particulas “qué”, “cuál”, “quién”, “cómo”, “cuánto”, “dónde”, etc. se escriben sin acento cuando, entre otras cosas, son átonas (salvo “cual” cuando va precedido de artículo que también va sin acento). Es decir, si no tienen el peso del relieve en la pronunciación. Así “lo importante no es el qué, sino el cómo”, pero eso “no significa que no importa como se hagan las cosas, sino cuándo”. “¡Que aproveche! ¿Qué has dicho?”.
  • “Porqué” es sustantivo y tiene plural (porqués), “por qué” es el que va en las preguntas, “porque” es la respuesta a estas preguntas y “por que” acostumbra a utilizarse más con un artículo entre medio, como por ejemplo, “este es el porqué por (el) que te llamé”.
  • Los nombres de los días de la semana, de los meses y de las estaciones del año se escriben en minúscula, a excepción de festividades, acontecimientos históricos o nombres propios de calles, edificios, etc.

Y ante las dudas, el Diccionario panhispánico de ídem.

Arte callejero para despedir el año

Las discusiones sobre que es el arte son como las de si Dios existe. Finalmente uno acaba cansado de las dos y lo único que le apetece es experimentar. Me ahorro por ello entrar en debate sobre si es o no tal, el llamado arte urbano.


Visto en las calles de Ponte A Poppi en Casentino, Italia.

Prefiero verlo como la capacidad de añadir el factor emocional a un diseño técnico. Con más o menos gracia o más o menos acierto, personalizar el mobiliario callejero no solo ha sido aprovechado por campañas publicitarias, sino que ha hecho a artistas urbanos alcanzar el nivel de celebridad.


Ojalá fuera yo Banksy.

Aunque el llamado arte urbano está, a veces, más a camino entre la gamberrada, el ingenio o el meme en el MundoRealâ„¢. Más del rollo “guarro limpia el coche”, que de pieza reivindicativa, pero de todas formas, el ingenio utilizado en algunos casos, especialmente en el de las señales, es digno de compartir:



De Respuestas sarcásticas a señales con una completa buena intención.

Valga esta entrada para felicitaros a todos el nuevo año!

Actualización: Un enlace con las 100 mejores obras de arte urbano de 2011.

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Affordance para la web

La affordance es una característica de los objetos que siempre ha fascinado en este blog. Es uno de los conceptos tántricos en el diseño, prestado directamente del campo de la psicología. Definíamos la affordance como la irresistible seducción de un objeto para invitarnos a utilizarlo. Si está bien diseñado, ese objeto tendrá una serie de características que nos transmitirán instantáneamente cómo usarlo, alcanzaremos una comprensión intuitiva de su uso incluso antes de utilizarlo.

Disponen en este cuaderno de una categoría propia para repasar ejemplos en los que, por ejemplo, la affordance falló de alguna manera. Sin embargo, en esta ocasión vamos a ver cómo podemos aprovecharnos de este concepto cuando se elabora una interfaz web.

La affordance permite tomar decisiones.

El objetivo a cumplir es hacer que los distintos componentes que forman nuestra interfaz o sitio web sean reconocibles por los usuarios. Un vídeo embebido en una web deberá transmitir que puede ser reproducido. De nada servirá incluirlo si el usuario no intenta ejecutarlo porque desconoce que es un vídeo.

A priori, existen dos características básicas que tienen en la affordance el mayor impacto: la forma funcional y el contexto:

Una forma que siga a la función

Esta relación debe ser crítica para la comprensión intuitiva del objeto. Los botones son un buen ejemplo de esto. Sobresalen, de tal forma que da la sensación que tienen volumen sobre una superficie, tienen colores llamativos y son receptivos, generando un feedback visual al situarse sobre ellos (hover). Transmiten, de esta manera, la affordance percibida de “ser presionados”.



¿Las acciones deberían ser botones o enlaces? Depende de la acción, pero siempre cuida las etiquetas de dichos botones y da a entender al usuario qué es lo que se va a encontrar a continuación. Fuente: Affordances in Modern Web Design de Adrew Maier.

Lo mismo sucede con un campo de introducción de texto en un formulario (input). Estos elementos acostumbran a tener una sombra interior que les da profundidad, lo que transmite la idea de que pueden ser rellenados. Otro ejemplo es el punto de inserción (típicamente una línea vertical que parpadea en la pantalla), que transmite “empezar a escribir”. Un lista de enlaces, sea horizontal o vertical, tiene una mejor affordance percibida como menú de navegación que una cadena de caracteres en medio de un párrafo.

En la web acostumbramos a explorar las páginas buscando enlaces o áreas donde se pueda hacer clic. Una affordance de la clicabilidad (affordance of clickability) sería mejor cuando más reconocibles sean dichas áreas. Concretamente, el puntero del ratón cumple una de las funciones más importantes como indicador de interacción al cambiar de forma sobre diferentes elementos. Una buena manera de controlar la affordance del puntero del ratón es a través de la propiedad “cursor” de las CSS, con valores tales como “text” —para elpunto de inserción, “pointer” —que muestra la mano que indica que se puede hacer clic, “move” —útil para elementos que se pueden arrastrar y soltar (drag & drop) y otros.

Es un clásico recomendar que en orden a maximizar la affordance percibida de clicabilidad se dé color azul y subrayen los enlaces, aunque lo realmente importante es que estos se distingan del resto de los contenidos y sean visibles. Si no estamos seguros, ni podemos hacer tests con usuarios, mejor no reinventar la rueda.

En definitiva, será primordial minimizar el tiempo que tardarán los usuarios en darse cuenta de la función de cada elemento de la interfaz. Seguro que las nuevas características de CSS3 permitirán un abanico de nuevas posibilidades que ayudarán a que el usuario sepa que hacer con tan sólo mirar, sin generar nuevos problemas, como los relacionados con la legibilidad producidos por la propiedad “text-shadow”. No hay que olvidar que la función es más importante que la forma.

Affordance contextual

Este concepto hace referencia a la relación que existe entre el objeto y el observador, que dependiendo de sus características puede percibir una función u otra.


No sabemos lo que es obvio para todo el mundo.
Vela de un santo o juguete erótico?

Es por ello que se requiere estudiar a la audiencia. Hay que conocer lo que es evidente para ellos debido a su experiencia anterior y sus modelos mentales. Saber como el usuario percibe un objeto, mas que lo que actualmente es. La relación es tan importante que podríamos asimilar contexto y uso llegando a concluir que affordance y contexto son una misma y única cosa.

Esto aplicado al diseño de sitios web implica tener en cuenta las siguientes herramientas conceptuales:

  • Patrones de diseño en interfaces de usuario. Soluciones a problemas comunes de diseño que pueden reutilizarse ya que han demostrado ser efectivas. User Interface Design Patterns es una interesante colección de patrones para la web, así como Patternry o Welie.
  • Estándares. Siempre que sea posible, optar por un estándar reconocido. Bien sea una estructura con cabecera, barra lateral, contenido y pie, o el uso de un botón RSS.
  • Metáforas. Se valen de reconocer como modo de aprendizaje. Así el uso de una metáfora apropiada ayuda a transmitir el significado y propósito de un determinado elemento en el diseño. En esta web se utiliza una navegación horizontal como metáfora de un paseo por una galería de arte.
  • Modelos conceptuales coherentes. De esta forma el aprendizaje de un proceso concreto se puede aplicar a otras partes.
  • Simplicidad. Una manera de reducir la complejidad de la interacción es ocultándola o reduciendo el peso visual que tiene. Como ejemplo concreto tenemos la navegacion sensible al contexto, que varía dependiendo de la acción del usuario en la página. Ayudan básicamente a limpiar la interfaz y a permitir concentrarse en la tarea que recaba la atención del usuario. Un ejemplo notable es el de los vídeos, como en vimeo, que una vez que se ejecutan, ocultan los controles de navegación y vuelven a aparecer al posar el cursor sobre el vídeo.

El objetivo consiste en desarrollar affordances que ayuden al usuario a no cometer ese primer error, que mejorarán si recordamos que las características físicas de un diseño influyen en su función y, junto a una visibilidad y acción coherente, tomamos en cuenta la relatividad del observador, el contexto.

Su nombre es Paul Van

Mi trabajo de Clark Kent se desarrolla en una empresa de anuncios de contactos con lavabos unisex. Al igual que Reynholm Industries, está llena de gente atractiva, que no trabaja mucho y tiene affairs. Los desarrolladores son para echarles de comer aparte.


Identifica al informático.

Soy el Product Manager de Reynholm Industries. Esto es, a pesar de tener un respetable conocimiento técnico, soy un desarrollador fracasado, aunque con suficiente aptitud comercial como para entender que estamos en el negocio para ganar dinero. Soy mediocre en casi todo, pero al contrario que algunas personas en otras funciones, no hay un área en la que sea un completo inútil.

Volviendo a la gente con affairs, he descubierto que la mejor manera de obtener feedback sobre nuevos productos o interfaces no es preguntándoles que piensan de estos. En vez de ello, resulta más provechoso explicarles muy brevemente lo que van a usar a continuación y dejar que lo manejen, que exploren, pero permitiendo que hagan cualquier pregunta que les venga en mente. Si les preguntamos que piensan, entran en modo crítica y empiezan a buscar problemas, que no es justamente la actitud que toma un usuario real cuando interactua con un sistema.

Para recibir feedback de nuestros usuarios cuando tienen problemas de soporte, quiero proponer que el formulario de contacto de la empresa de anuncios de ídem sea más amigable:

Formulario de contacto para soporte
Una idea estupenda la de mapear la severidad del ticket con unas opciones más humanas: “Con calma, solamente es una consulta”, “Un poco inquieto, ya que tomaré una decisión basada en su respuesta”, “Nervioso, creo que puede que haya roto algo!” y “Socorro!”

Paul Van siempre agradece cualquier comentario que le puedan aportar sobre el blog. Pueden escribir para cualquier cosa (¡menos para preguntar donde comprar las sillas en miniatura!) . Siempre respondemos a su contacto.

Frase del Gurú: imágenes bajo cristal

¿Por qué no habré conocido a Bret Victor (web oficial | twitter) antes? Me hubiera, al menos, ahorrado este post sobre las tablets. Bret Victor, un apasionado y admirable diseñador de interfaces de usuario, dejó su trabajo en Apple debido a su nulo interés por ayudar a la gente a mirar fotos y escuchar música, a través de lo que él ha bautizado como “imágenes bajo cristal” (Pictures Under Glass).

A raíz de un popular vídeo de Microsoft sobre una visión tecnológica del futuro, Bret escribió recientemente una crítica con la que simpatizo totalmente. En A Brief Rant on The Future of Interaction Design se queja de que la visión mostrada, desde la perspectiva de la interacción de usuario, no es para nada visionaria, sino más bien un tímido incremento del actual status quo. Es una lectura rápida e interesantísima, con el plato fuerte de las manos como protagonistas.

Alegar que “imágenes bajo cristal” es el futuro de la interacción es como reivindicar que el blanco y negro es el futuro de la fotografía. Es obvio que es una tecnología de transición. Y cuanto antes hagamos esa transición, mejor.