2012, aquí te espero
Yo sobreviví al año 2000, la gripe aviar, la enfermedad de las vacas locas, el 11/S y la gripe porcina. 2012, aquí te espero.
Visto aquí.
Yo sobreviví al año 2000, la gripe aviar, la enfermedad de las vacas locas, el 11/S y la gripe porcina. 2012, aquí te espero.
Visto aquí.
A los que, como yo, no están acostumbrados a vestir corbata habitualmente, esta chuleta puede sacarle a uno de más de un apuro:
Cómo hacerse el nudo de la corbata: a la española, a la inglesa, a la americana, a la italiana o hazte un lazo. Clic en la imagen para ampliar.
La ilustración es de Francesc Punsola para la revista Men’s Health.
Derek Sivers, músico profesional y uno de esos exitosos emprendedores que han hecho de la web su mejor aliado, nos explica de que manera funcionan las direcciones japonesas.
Básicamente, un japonés no piensa en nombres para las calles, sino para los bloques construidos en ellas. A nosotros nos sorprende que los bloques tengan nombres, ya que son justamente lo que se edifica a los lados de las calles. Pero en Japón son las vías las que no tienen nombres, los bloques los tienen y las calles son el espacio que queda entre los bloques, que se numeran por orden en que son edificados:
Lo mejor es que Dereck realizó un didáctico vídeo explicando como funcionan las direcciones en Japón. Este vídeo forma parte de una charla titulada Direcciones japonesas: el opuesto también es verdad [en], para una TED Conference:
En el primer artÃculo sobre la serie “lo que antes era gratis ahora se paga”, además de hablar del agua embotellada, señalé mi convicción sobre el valor (económico) que tomará la intimidad o la privacidad en un futuro cercano. Quiero recordar que “lo que antes era gratis ahora se paga” no es una medida para solucionar una crisis, sino una tertulia sobre cosas que siempre hemos conseguido gratis o casi sin esfuerzo y que luego, con el paso del tiempo, pagamos bastante por ellas.
En prácticamente todas las constituciones modernas, se acostumbra a reconocer el “derecho a la intimidad”, a garantizar “el secreto de las comunicaciones”, la “inviolabilidad de la vivienda”, etc. Sin embargo, el derecho a la intimidad es algo relativamente moderno. Puesto que no habÃa necesidad de privacidad en el pasado, tampoco se exigÃa ese privilegio. Probablemente no hacÃa falta porque el progreso aún no permitÃa la disolución de la intimidad, pero actualmente, desde la informática a la genética, los avances cientÃficos y tecnológicos que fomentan el progreso no hacen más que generar nuevos peligros para la intimidad.
En 1890, con la prensa y la fotografÃa despuntando en los media, Samuel Warren y Lous Brandeis parieron The Right to Privacy (El derecho a la intimidad [pdf]), alertados por el nuevo cauce de acontecimientos que traÃa consigo la comunicación:
“La prensa está traspasando, en todos los ámbitos, los lÃmites de la propiedad y de la decencia. El chismorreo ha dejado de ser ocupación de gente ociosa y depravada para convertirse en una mercancÃa.”
En la soledad de nuestra habitación somos más conscientes de nuestra privacidad, pero correr la cortina de una ventana que da a la calle no nos salva de ser continuamente grabados y rastreados. Cientos de cámaras situadas en vÃas, transporte público, tiendas, cajeros automáticos y teléfonos móviles de personas que están a nuestro alrededor registran nuestros movimientos, voz y posición ininterrumpidamente.
Sin embargo, toda esta intrusión en nuestra intimidad no es nada comparable a aquella a la que el mundo online nos somete. Con todos los dispositivos que permiten conectarnos a Internet, cada vez que contactamos con un servidor, se están identificando y almacenando nuestras acciones, localización y variados datos personales (nombre, fecha de nacimiento, números de teléfono, dirección postal, tarjetas de crédito, etc).
No es que en el pasado no se pudieran dejar trazas de nuestra actividad, la gran diferencia es que ahora no nos damos cuenta de las innumerables huellas que vamos dejando atrás. Contemplemos un fragmento del escenario “24 horas sin intimidad” [en], en el que un joven comienza el dÃa revisando su correo electrónico desde tu teléfono móvil:
Otro aviso de su banco, un email reenviado de un amigo, cinco nuevos mensajes de sus compañeros de trabajo y un mensaje Ãntimo de una chica que conoció la semana pasada en una fiesta. Evita una sonrisa de satisfacción porque sabe que ella está jugando con él.
Sin él saberlo, cuatro copias de su correo electrónico privado se almacenan en diferentes lugares de todo el mundo. La primera queda almacenada en su teléfono, una segunda copia permanece en los servidores de un gigantesco buscador de Internet, la tercera la acopia una empresa de electrónica de consumo que se encarga de reenviarle el correo y, la cuarta copia de sus emails, está en los servidores de la red social masiva desde donde se originó el mensaje de la chica. Cada una de estas copias se duplican a través de los servidores en pro de la seguridad que ofrece la redundancia. Cuatro empresas independientes, dirigidas por personas que nunca conocerá, almacenan sus mensajes más Ãntimos. Una quinta firma, formada por un conglomerado de telecomunicaciones, registra todo el proceso y lo asocia a su cuenta.
Todo esto sucede dentro de un servicio, el correo electrónico, que todo el mundo interpreta como algo extremadamente privado (razón por la que Google la lió parda al abrir un servicio público como Buzz dentro de Gmail). Podemos pensar, sin embargo, que no es tan grave. Al fin y al cabo, ¿a quién le interesa esa información, mi aburrida vida y los mensajes calentorros? Pues bueno, no tiene ningún valor hasta que alguien quiere algo de ti. Ya sea alguién con intención de robarte, de venderte algo o de controlarte.
El derecho a la intimidad pasa a segundo plano con la justificación de la seguridad, por Clay Bennett
En este sentido, las aseguradoras van a jugar un papel muy relevante en el futuro. Un sector deseoso de saberlo todo sobre nosotros y convertir nuestra vida privada en producto. Tal como predice Jacques Attali en “Una breve historia del futuro”, las empresas de seguros van a tener cada vez más importancia, ya que el ciudadano decidirá asegurarse de todo para poder acceder a servicios que no podrÃa pagarse. En este punto, las agencias de seguros exigirán tener más control sobre sus clientes:
La gente será consciente que para cumplir las condiciones de sus contratos de seguro (seguro de todo), deberá escanearse. Por ejemplo, el seguro de salud requerirá hacer un esfuerzo por mantenerse en forma. Asegurarse de empleo (por si dejas de tenerlo) exigirá que hagas esfuerzos para mantenerte al dÃa (empleabilidad). Entonces, los aparatos o métodos que te permitirán ver si estás o no en las condiciones exigidas por los contratos serán los “objetos de vigilancia”.
Tal vez debamos empezar a acostumbrarnos a que privacidad sea tener el control sobre como la información fluye. A comprender el entorno social para comportarnos adecuadamente. Simplemente porque un servicio sea gratis en internet, no significa que no hagas un sacrificio cuando lo uses. Aunque puede parecer una bendición que “internet no olvide”, es también una maldición, razón por la cual están floreciendo empresas como ReputationDefender.
En el preciso momento en el que todos seamos localizables y nuestros datos personales queden expuestos a merced de cualquiera, empezaremos a pagar por algo que siempre hemos tenido gratis. Pagaremos por estar desconectados, por estar en un lugar donde no se nos pueda localizar, por salvaguardar nuestra intimidad. ¿No lo estamos haciendo ya?
El diseño es diseñar un diseño para producir diseño.
Lo dijo John Heskett.
Cualquiera que haya tratado de calcular la duración de un proyecto, es consciente de la dificultad que conlleva el apurar con una fecha concreta. Estimar la duración de las tareas y prever posibles contratiempos, es algo que sólo la experiencia puede ayudar a refinar. Sin embargo, tengo anotada desde hace tiempo una fórmula para estimar la duración de un proyecto que me resultó por su simplicidad:
Donde:
El crédito probablemente deba ir a Open Loops.
Te empeñarías en hacerme meter la ropa sucia en un cesto, y me mortificarías por desperdiciar mi coco y mis contactos familiares y me obligarías a recordar tus cumpleaños y a preocuparme de tus orgasmos. Eso es la vida en pareja… soy partidario de que cada cual apechugue con sus cumpleaños y sus orgasmos sin darle la brasa al prójimo.
Soltero se quedará Pablo Miralles, el protagonista de Lo mejor que le puede pasar a un cruasán de Pablo Tusset, después de tal comentario. Posiblemente no sea sólo eso la vida en pareja, hay también que apechugar con los cumpleaños de la suegra, pero lo cierto es que la sociedad actual impone unos valores distintos a las relaciones de pareja. La tecnología misma está cambiando las relaciones entre las personas.
“Es complicado” es una de las opciones del desplegable “Situación sentimental” de Facebook. Una preferencia que podría aplicarse a una multitud de casos. Es el comodín del estado íntimo. Al fin y al cabo, las relaciones sentimentales son complicadas. Si las preconcebimos además con mitos como el de la media naranja y el de la “familia tradicional” nos adentramos en física cuántica.
El de la “familia tradicional” porque no puede imperar el mismo modelo siempre, nunca lo ha hecho y éste acabará cambiando. Las necesidades actuales son muy diferentes a las de hace un siglo. Las personas (sobretodo las mujeres) tienen otros roles sociales, las parejas pueden ser del mismo sexo y con el incremento de la esperanza de vida la promesa “para toda la vida” se vuelve más difícil de cumplir. Aunque el concepto de familia siempre seguirá siendo el de una comunidad de personas unidas por ciertos vínculos, la unidad familiar se adaptará a los tiempos.
El mito de la media naranja, sin embargo, es más fácil de desmontar. El del amor romántico, el del sin ti no soy nada… Ese amor no es para siempre. El amor romántico es un arma de doble filo, le puede dejar a uno hecho un harapo y tiende a desaparecer en un tiempo. En cambio, el sexo sí es para siempre. ¡Feliz Día de San Valentín!
Adaptado al español de GraphJam.
PD: Cariño, lo nuestro es diferente, nuestro amor sí que va a ser para siempre. Happy Valentine!
He recordado recientemente, a través del blog del momento, Per Ardua ad Astra, sobre el efecto Hawthorne. Su autor, el avión EC-JPR, lo redefine acertadamente como “el aliento en la nuca”, puesto que refleja la tendencia que tienen las personas a mejorar cuando están siendo observados.
El efecto Hawthorne sería como una tienda en la Alemania comunista de antes de la caída del muro. Una larga cola expectante fuera y cuatro plátanos dentro. Digamos que tal vez haya sido sobrevalorado y, aunque es ampliamente conocido, me gustaría añadir este efecto a la serie “conceptos” y que así tenga presencia en este blog. La historia es la siguiente:
A las afueras del Chicago de finales de los años veinte, se realizaron una serie de experimentos en la fábrica Hawthorne de la empresa Western Electric Company. El objetivo de éstos era analizar la relación entre la productividad de los trabajadores y sus condiciones de trabajo. Para tal fin fueron manipulando diferentes condiciones, tanto ambientales como psicológicas y, para sorpresa de todos, cada cambio dio lugar a un incremento en la productividad.
¿Cómo podía ser que cada cambio, tanto si se trataba de una modificación en los niveles de luz, como en los periodos de descanso o reestructuración de los espacios de trabajo, diera lugar a una mejora? Un estudio posterior concluyó que, en realidad, los trabajadores no estaban reaccionando ante los cambios introducidos, sino que reaccionaban ante el hecho de que se les estaba prestando atención. La atención, no el control, es el que genera el resultado. Los trabajadores se esforzaban por rendir mejor ya que estaban siendo estudiados.
El Efecto Hawthorne tiene asociados otros efectos y paradojas, como la Paradoja del método, que “afirma que cualquier método funciona si quienes lo siguen se consideran privilegiados por haber sido elegidos para seguir el método, o por haber elegido seguir el método”.
Todo esto es una fuente potencial de confusión en los tests de usabilidad con usuarios. Éstos posiblemente estarán esforzándose mucho más que el típico visitante del sitio y puede ser complicado inferir si un cambio representa una mejora o no.
¿Será que el rendimiento depende más de lo humano que de lo técnico?
No se puede llamar mundo moderno a un mundo en el que más de 50 países aún mantienen y utilizan la pena de muerte. Qué los vinilos y los libros todavía resistan o que se vea alguna que otra cinta VHS tiene un pase, pero lo de la pena de muerte es de juzgado de guardia —bueno, más bien de tribunal supremo en este caso.
Japón y Estados Unidos la siguen aún contemplando y en ambos países se sigue practicando la tradición de ofrecer al condenado una comida especial, la última antes de que sea ejecutado. Una tradición que es en realidad ancestral. En culturas como las griegas, egipcias o romanas se facilitaban alimentos antes de la muerte para afrontar el largo viaje a la otra vida y los aztecas alimentaban a sus sacrificios humanos. La comida más famosa de todas es sin duda La última cena, aquella en la que Jesús sabía que moriría al día siguiente y que consistió en pan y vino en compañía de sus amigos, a.k.a. apóstoles.
David Allen Castillo fue condenado a muerte por el asesinato en 1983 de una mujer a la que apuñaló varias veces durante el robo en una licorería en Texas. Ya desde el corredor de la muerte, la petición para su última ingesta la conformaban 24 tacos, 6 enchiladas, 6 tostadas, 2 cebollas, 5 jalapeños, 2 hamburguesas de queso, un batido de chocolate, un litro de leche y un paquete de Marlboro. Al final se le quedó en 4 tacos [en], que los penitenciarios tienen sus propias reglas incluso para la última dieta.
El mismo Departamento de Justicia de Texas mantenía una web desde la que el público podía revisar las últimas dietas de cada prisionero sentenciado a muerte. En 2003, esta página web se cerró debido a diversas quejas que tachaban la información de fetichista y morbosa. Basándose probablemente en estas listas, el británico James Reynolds ha realizado una serie de fotografías documentando estas peticiones a las que ha llamado Last Suppers (Últimas cenas):
Otros trabajos interesantes de este recién graduado (al que vale mucho la pena ojearle el portfolio) :
6-Pack Typeface (La tipografía 6-pack): alfabeto y números hechos con los anillos de plástico de los packs de 6 latas.
Far Foods: un envasado alternativo para los supermercados. Muestra la distancia desde la que viajan los alimentos al estilo de las tarjetas de embarque.