Frase semanal del Gurú: requisitos
Todos los sistemas complejos evolucionan con el tiempo. ¿Porqué no van a hacerlo también los requisitos de una web?
Todos los sistemas complejos evolucionan con el tiempo. ¿Porqué no van a hacerlo también los requisitos de una web?
Usar un ascensor es tan simple como pulsar un botón. Siempre que sepas cuál, porque no voy a hablar de los que utilizamos para llamar al ascensor, sino de los que se encuentran en el interior de éste.
Para muestra, un botón… o varios:
Francamente, hay veces en las que no sé con seguridad cuál es el botón que me llevará a la salida del edificio. En la imagen podemos llegar a ver las letras H, P, E y B en un mismo tablero. Reduciremos los conceptos que pueden causar confusión a los tres siguientes (en orden descendente):
Suponemos que la B es para planta baja, la E para entresuelo y la P para principal. ¿Sería posible encontrarnos en un ascensor un único botón con letra y que fuera la P? En teoría no, porque para que exista el piso principal debería existir el entresuelo o el bajo.
En este caso, la distribución geográfica de los botones nos puede ayudar a discernir el orden: B-E-P-H-2. Queda pues sin resolver cual es el piso H. ¿Es el piso de Planck?
La letra que conducía a la entrada del edificio era la E. ¿Querría decir pues la E entrada? En Alemania es usual marcar el botón que lleva a la entrada con la letra E (Eingang). A pesar de ser correcta la distribución, se confunde entrada y entresuelo.
En Estados Unidos, el piso de entrada a un edificio acostumbra a ser el 1 y el que está sobre éste, lógicamente, siempre es el 2. Lo que en España sería el primer piso en USA y Alemania es, como mínimo, el 2. Luego, es común escuchar cosas como: “yo vivía en un tercer piso que en realidad era un quinto”.
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Mi prestigio como gurú ha aumentado considerablemente y me han invitado a participar aquí para sacar al weblog de la mediocridad. Acostumbro a hablar de usabilidad, el impacto de la tecnología, a hacer predicciones y recomendaciones.
Como muestra de lo que ofreceré en un futuro, he aquí algunas de mis más celebres frases:
En este weblog estamos muy a favor de los estándares. Si todos los cargadores de móviles fueran estándar, no necesitaría cargar con uno cada vez que voy a pasar un fin de semana en casa de mi novia.
Estamos aún más a favor de los estándares internacionales. Así no necesitaría llevarme el cargador de viaje cada vez que voy a visitar a mi novia a Maryborough. Pero es que nos rendimos completamente a los estándares internacionales abiertos, con los que no necesitaría ni… novia.
Sólo pretendía hacer una declaración de intenciones defendiendo en gran medida los estándares, tema recurrente del blog. Necesitamos de un mundo normalizado para entendernos, interconectarnos y saber como hacer las cosas.
Aprovecho esta entrada para presentar a un futuro colaborador del blog, defensor acerrimo de las normas: El Gurú de los mediocres. Atención porque “cuando El Gurú habla, todos escuchan”.
La mujer espectacular encargada del centro del ordenador que no conseguí poner en marcha, se quejaba amargamente de los tiradores de las puertas de los armarios de dicho centro. De usarlos habitualmente, tenía los dedos pelados. Literalmente.
Tal vez, en un entorno donde los usuarios llevaran siempre guantes, estos tiradores no producirían ese efecto. Pero debido a su tamaño, al material con el que están fabricados y a la muesca inferior, no serían los más adecuados para un entorno habitual de uso con las manos desnudas.
Me pregunto si categorizar esta entrada como “Abrefácil”…
A la generación de pulsar el botón, le resultará extraño decir “tirar de la cadena” para hacer algo que se hace pulsando un botón. Sin embargo, no es una expresión que tenga que caer necesariamente en desuso. Si tuvieran que desaparecer todas las expresiones que utilizamos cada vez que podemos pulsar un botón para realizarlas, “pulsar el botón” sería, con diferencia, la entrada más extensa de la Wikipedia.
Expresiones como “tirar de la cadena”, “apagar la luz” o “colgar el teléfono” guardan lo que José Antonio Millán acierta a llamar memoria arqueológica de las cosas. Tiramos de la cadena para liberar el agua de la cisterna del váter porque, antiguamente, la cisterna estaba colocada en alto y un cadena hacía bajar el agua. Colgamos y descolgamos el teléfono porque eso es precísamente lo que había que hacer con los voluminosos auriculares de los antiguos terminales. Y lo de apagar la luz, deduzco que viene de cuando la luz no se generaba con electricidad y había que apagar las llamas que prendían.
La cuestión es que todas estas acciones pueden realizarse ahora pulsando un botón. Podríamos decir que tendemos hacia una botonización. Todo podrá realizarse pulsando un botón, hasta pedir auxilio. Hay que tener cuidado pues, que botón pulsamos.
Respondo a la pregunta de Harry. Este grifo, por su estado, completamente suelto, casi arrancado de cuajo por la furia de algunos usuarios que sólo querían volver a la mesa con las manos limpias, necesitaba instrucciones.
Por supuesto que esto es una señal evidente de que el grifo está mal diseñado.
Solución: Había que levantar la pieza cuadrada que se encuentra sobre el grifo. Ni girarla, ni apretar, ni buscar una pedalera, etc.
Eso es lo que me pregunté al visitar los lavabos del British Museum en Londres.
Y debo añadir que además tienen muy mal gusto a la hora de hacer las indicaciones.
Recuerdo cuando irrumpió, allá por el noventa y poco, el “estándar definitivo de almacenamiento”, entonces llamado CD-ROM. Ahora se llama DVD. Pronto se llamará Blue-ray o VMD. Más tarde lo llamaremos HVD, etc. Típicos formatos que en su momento fueron o serán el sólido y definitivo estándar para almacenar y distribuir información.
En cuanto llegaron los 44 KHz, enterramos los cassettes. Ya no servirán como “estándar definitivo”, acababa de llegar el apabullante futuro. Al final resulta que el hoyo que estabamos cavando para los vinilos lo aprovecharán antes los CDs. Ahora escuchamos la música en un reproductor de MP3.
Cuando perdí definitivamente mi fe ciega en los “estándares definitivos”, todo fue a a parar a un disco duro, o varios. Y el inservible formato a la basura, que es lo de menos. Lo importante es que sea pequeño, o mejor aún, ponible, integrable. ¡Qué se mueran ya las cinco pulgadas! Que formato más incómodo.
Con esta entrada inauguramos una larga serie de escritos que quieren dejar claro la ineficacia de muchos de los sistemas abrefácil con los que se preparan muchos productos.
Nuestro primer elegido es un paquete de papel de aluminio de precio medio que tenía una pestaña troquelada todo a lo ancho de la caja y que, de haber funcionado, hubiera abierto transversalmente el envase.
Tras intentarlo por los dos extremos, se tuvo que romper la caja y sacar el rollo.
Todo esto nos lleva a formular una hipótesis: ¿La eficacia de los abrefácil va en relación al mayor o menor precio de los productos?