Audi Q7, la Ingeniería de la Emoción

Hacia el año 2000, la empresa alemana Audi decidió apostar por la creación de un todoterreno de gama alta. Sus competidores directos en Europa, Mercedes y BMW, ya habían presentado al mercado sus respectivos Clase M y X5. La dirección de Audi encargó al centro de diseño de la compañía en Ingolstadt la conceptualización y desarrollo del AU716 (nombre en clave del futuro Q7).

Los objetivos a cumplir eran los siguientes:

  • Hacer un coche con la dinámica y la linea deportiva de un coupé,
  • el confort de un coche de lujo,
  • la tecnología y la fuerza de un off-road y
  • la versatilidad de un monovolumen.
  • Además debía estar preparado para salir al mercado en menos de 3 años.

Los responsables del proyecto decidieron aprovechar este hecho para incorporar al proceso de creación nuevas metodologías de trabajo y explorar las posibilidades de otras que ya se utilizaban en la industria del automóvil. Nos referimos en concreto a la ingeniería Kansei.

El término Kansei proviene del japonés y se puede traducir como sensación. Su creador fue el profesor Mitsuo Nagamachi, de la universidad de Hiroshima. Nagamachi desarrolló este concepto en los años 70. La ingeniería Kansei consiste en medir todos los aspectos emocionales y de sensación de los usuarios del producto en cuestión. Y como consecuencia, los productos se diseñan con la intención de generar esas sensaciones. El propio profesor Nagamachi la definía como:

Una metodología de desarrollo ergonómico de nuevos productos orientada al consumidor, basada en trasladar y plasmar las imágenes mentales, percepciones, sensaciones y gustos del consumidor en los elementos de diseño que componen un producto.

Conducir un Audi Q7 debía trasmitir sensaciones de seguridad, confort, potencia, agilidad, calma, suavidad, versatilidad, rapidez, modernidad, elegancia y flexibilidad entre otros. Para ello se involucró desde el primer momento a más de 500 personas en Audi. Ni que decir tiene que se aplicaron las mejores opciones tecnológicas y de diseño que en ese momento Audi disponía. Pero también se incorporaron nuevos perfiles encargados de provocar sensaciones positivas en el conductor final. Son los responsables de lo que se conoce como “soft factors“. A parte de conseguir un vehículo de lineas agradables que generan satisfacción visual, los sentidos del oído, el olor y el tacto juegan un papel importante en el Q7.

La háptica o conjunto de sensaciones no visuales y no auditivas que experimenta un individuo se estudió en detalle. Los dispositivos con los que interactúa el usuario: manecillas para abrir las puertas, palanca de cambio de marchas, botones internos, funcionalidades internas, maletero y asientos se probaron con diferentes usuarios: hombres y mujeres de diferentes edades, pesos y estaturas; con manos más gruesas, con guantes, con las manos mojadas, etc. y se anotaron sus impresiones. Sentarse y manipular el coche debía resultar placentero.

Para la sensación de lujo y exclusividad que se quería transmitir se crearon dos nuevos tipos de tapicería en piel, un nuevo material para las alfombras y tres tipos de madera para los acabados provenientes de tres continentes distintos. Es más probable que un usuario europeo reconozca la madera de olivo del interior de su coche y su sensación de proximidad y vinculación con su vehículo sea mucho mayor.

También entró en juego el “equipo de la nariz” que se encargaba de olfatear todas las partes del coche para que ninguna de ella desprendiera un olor desagradable. Piezas que emanaban el característico olor a plástico nuevo o asientos de piel con fuerte olor fueron rechazados. Eliminar todos los olores del vehículo es una tarea imposible pero no lo es tanto el conseguir una atmósfera placentera. Un olor que al usuario le resulte desagradable o molesto puede hacer que las demás características positivas del coche pasen desapercibidas.

En el área de diseño de sonido, el reto consistía en conseguir una sensación sonora de fuerza y deportividad. El sonido estimula emociones, por lo que el coche debía sonar a lo que el usuario espera de un modelo como ese. También se esforzaron en evitar todos aquellos sonidos que pueden llegar a ser molestos. Al igual que un olor desagradable, un pequeño pero constante ruido que aparece cuando circulamos por terreno montañoso, por ejemplo, puede romper toda esa buena experiencia de conducción generada por el resto de los componentes. Los ingenieros de sonido de Audi hicieron miles de kilómetros sobre diversas superficies y velocidades “escuchando” las diferentes partes del vehículo. Se hicieron pruebas de conducción en el Círculo Polar Ártico a menos 40 grados centígrados para comprobar si con el frío los plástico perdían su flexibilidad, generando sonidos insospechados, o el rozamiento con una superficie congelada generaba demasiado ruido externo.

El impacto cromático también fue analizado y la gama de los 11 colores en los que está disponible el vehículo se escogieron siguiendo un estudio de sus connotaciones psicológicas para las diferentes culturas.

En definitiva, un proceso de diseño industrial que incorpora nuevas facetas para conseguir despertar un conjunto de emociones.

Más información sobre el desarrollo del Audi Q7.